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tás hablando? ¿Qué está usted contando, señorita de Bennet? Permítame usted oír de qué se trata.

―Hablamos de música, señora ―repuso él cuando no pudo evitar la contestación.

―¡De música! Pues hagan ustedes el favor de hablar en voz alta. Es mi mayor delicia entre todos los temas de conversación. Tengo que meter baza en la conversación si hablan ustedes de música. Creo que hay pocas personas en Inglaterra que experimenten más vivo placer con la música que yo, o que posean mejor gusto natural. Si yo la hubiera aprendido habría dado grandes frutos. Y así acontecería a Ana si su salud le hubiera permitido aplicarse a ella: segura estoy de que habría ejecutado deliciosamente. ¿Cómo está en eso Georgiana, Darcy?

Darcy hizo un cordial elogio del aprovechamiento de su hermana.

―Me alegro mucho de recibir de ella tan buenas noticias ―dijo lady Catalina― y suplícote que le digas de mi parte que no espere sobresalir en eso si no lo practica mucho.

―Puedo asegurar ―replicó él― que no necesita esa advertencia. Lo practica con mucha constancia.

―Tanto mejor; eso nunca es demasiado; y la primera vez que le escriba le encargaré que no lo olvide por nada. Con frecuencia digo a las jóvenes que no se alcanza superioridad en la música sin práctica constante. Muchas veces he dicho a la señorita de Bennet que nunca tocará bien si no lo