sobremanera bien hace un momento al insistir con el coronel Forster en que diese un baile en Meryton?
—Sí; con gran energía; pero ése es un tema que siempre da energías a las damas.
—Es usted muy severo con nosotras.
—Pronto te va a tocar el verte molestada —dijo la de Lucas—. Voy a abrir el piano, y ya sabes lo que eso quiere decir.
—¡Eres extraña criatura para amiga!; ¡siempre necesitándome para tocar y cantar ante todos! Si a mi vanidad le hubiera dado por la música no habrías tenido precio; mas ya que es así, cree que preferiría no sentarme ante quienes tienen costumbre de escuchar mejores ejecutantes.
Y al insistir la de Lucas, ella añadió:
—Bien; si es preciso, sea. —Y mirando con gravedad a Darcy añadió: —Hay un discreto dicho antiguo que aquí a todos es familiar: Toma aliento para enfriar tu sopas, y yo voy a tomarlo para hinchar mi canción.
La ejecución fué aceptable, aunque de ningún modo extraordinaria; tras una o dos canciones, y antes de poder contestar a los ruegos de algunos para que cantase más, fué reemplazada en el instrumento por su hermana María, quien, habiendo trabajado mucho para procurarse conocimientos y perfección, estaba siempre ansiosa de ostentarlos.
María no tenía ni genio ni gusto, y aunque la vanidad le había prestado aplicación, la había dotado también de cierto aire pedante y de modales afectados, capaces de obscurecer mayores excelencias de
Orgullo y prejuicio.—T. I.