Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/58

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
56
 

minutos. Pero por ahora me considero como fijado aquí.

—Eso es exactamente lo que habría yo supuesto de usted —dijo Isabel.

—Empieza usted, pues, a conocerme, ¿no es así? exclamó él dirigiéndose a ella.

—¡Oh, sí; le conozco a usted perfectamente!

—Querría tomar eso como un cumplido; pero temo que sea una desdicha el ser conocido tan a fondo.

—Según. No hay que sentar que un carácter difícil, intrincado, sea más o menos estimable que uno como el de usted.

—Isabel —exclamó su madre—, recuerda dónde estás y no te propases, como estás acostumbrada a hacer en casa.

—No había conocido hasta ahora continuó seguidamente Bingley—que fuera usted aficionada a estudiar caracteres. Debe de ser estudio entretenido.

—Sí; pero los caracteres intrincados son los que más divierten. Por lo menos, tienen esa ventaja.

—El campo —dijo Darcy— debe de ofrecer poca materia para semejante estudio. En la vecindad del campo se mueve uno en una sociedad limitada y constante.

—Pero la gente varía tanto que siempre hay algo nuevo que observar en ella.

—Cierto —exclamó la señora de Bennet, ofendida por la manera de hablar de las vecindades del campo—. Le aseguro a usted que hay tanto de eso en el campo como en la ciudad.