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precisión sobre el grado de importancia que habría de tener la súplica, así como sobre la intimidad subsistente entre las partes?

—Desde luego —exclamó Bingley—; oigamos las particularidades sin olvidar ni el respectivo tamaño de ambos amigos, señorita de Bennet, porque eso hará en el asunto más peso del que usted piensa. Aseguro a usted que si Darcy no fuera tan alto, comparado conmigo, no le habría tenido ni la mitad de consideración. Declaro que en ciertas ocasiones y en ciertos sitios no conozco nada tan terrible como Darcy, y en especial en esta casa y en un domingo la tarde, cuando no tiene nada que hacer.

Darcy se sonrió; pero Isabel creyó percibir que más bien estaba ofendido, y por eso contuvo su risa. La señorita de Bingley se molestó mucho por el modo como había sido tratado y censuró a su hermano por decir tales tonterías.

—Conozco tu sistema, Bingley —dijo su amigo—. Cuando no te gusta un tema, te es preciso que se termine.

—Tal vez. Esas son discusiones que se parecen mucho a disputas. Si la señorita de Bennet y tú diferís los argumentos hasta que yo esté ausente del salón, lo estimaré mucho, y entonces podrás decir de mí lo que quieras.

—Lo que usted nos pide —dijo Isabel— no es sacrificio por mi parte, y así el señor Darcy terminará mejor su carta.

Darcy siguió su advertencia y acabó la carta que escribía.