Página:Orgullo y prejuicio - Tomo I (1924).pdf/92

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
90
 

una biblioteca circulante —se detuvo, y excusándose, declaró que jamás leía novelas. Catalina le miró con extrañeza y a Lydia se le escapó una exclamación. Presentáronsele otros volúmenes, y tras algunas dudas, eligió los sermones de Fordyce. Lydia comenzó a bostezar en cuanto él abrió el libro, y antes de que con monótona solemnidad hubiera leído tres páginas, la misma le interrumpió de este modo:

—¿Sabes, mamá, que nuestro tío Philips habla de abandonar Richard?; y si es así, el coronel Forster lo alquilará. Mi propia tía me lo comunicó así el sábado. Mañana iré a Meryton a saber más sobre eso y a preguntar cuándo regresa de la capital el señor Denny.

Las dos hermanas mayores suplicaron a Lydia que refrenase la lengua; pero Collins, muy ofendido, dejó a un lado el libro y exclamó:

—Con frecuencia he observado a cuán pocas señoritas interesan los libros de carácter serio, aunque estén escritos sólo para su bien. Confieso que me confunde, pues en verdad que nada puede haber tan ventajoso para ellas como la instrucción. Pero no quiero importunar más tiempo a mi primita.

Volviéndose entonces hacia el señor Bennet, se le ofreció como rival en el juego de chaquete. El señor Bennet aceptó el reto, notando que obraba con gran cordura en dejar a las muchachas con sus peculiares entretenimientos de bagatelas. La señora de Bennet y sus hijas excusaron con mucha cortesía la interrupción de Lydia, prometiendo que eso no volve-