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La señora de Philips se alegraba siempre de ver a sus sobrinas. Las dos mayores, por su reciente ausencia, fueron en especial muy bien recibidas; y estábales expresando su sorpresa por su rápido retorno a su casa—del cual, por no haber sido su coche propio quien las condujera, nada habría sabido sin darse la casualidad de topar en la calle con un aprendiz del señor Jones, quien le había dicho que no tenían que enviar más medicinas a Netherfield porque las señoritas de Bennet habían regresado—cuando su cortesía fué reclamada para Collins por la presentación que del mismo le hizo Juana. Recibiólo con la más exquisita educación, a la cual él correspondió con otra tanta, disculpando su introducción sin relación previa, lo cual, sin embargo, no impedía que él se enorgulleciese de que resultase justificada por su parentesco con las muchachas que le presentaban. La señora de Philips quedó por completo abrumada con tal exceso de buena educación; pero sus atenciones a semejante forastero acabaron pronto por causa de las exclamaciones y preguntas relativas al otro, del cual, no obstante, ella sólo podía decir a sus sobrinas lo que ya sabían: que Denny lo había traído de Londres y que iba a desempeñar el cargo de teniente en la milicia del condado. Añadióles que se hallaba observando al otro durante la última hora, mientras paseaban arriba y abajo por la calle, cuando vió aparecer a Wickham. Catalina y Lydia habrían continuado en verdad semejante ocupación; pero. por desgracia, en la ocasión presente nadie pasaba bajo las ventanas,