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excepto unos pocos oficiales, que al lado del forastero resultaban «camaradas estúpidos y desagradables». Algunos de ellos iban a comer con los Philips al día siguiente, y la tía les prometió hacer que su marido invitase a Wickham y le introdujera también si la familia de Longbourn hubiera de venir por la tarde. Convínose así, y la señora de Philips aseguró que tendrían un ruidoso juego de lotería y tras él su poco de cena caliente. La perspectiva de tamañas delicias era muy grata, y por eso las muchachas se ausentaron con la mayor alegría. Collins repitió sus excusas al salir de la casa, aunque se le aseguró que eran en absoluto innecesarias.

Al volver a casa, Isabel refirió a Juana lo ocurrido entre los dos caballeros; mas aunque Juana sostenía que uno de ellos, o los dos, debían estar equivocados, no pudo explicarse el hecho mejor que su hermana.

Collins, a su regreso, proporcionó mucho agrado a la señora de Bennet ponderando los modales y la educación de la señora de Philips. Aseguró que, excepto lady Catalina y su hija, nunca había visto mujer más elegante; porque no sólo le había recibido con la más extremada cortesía, sino que de hecho le había incluído en la invitación para la próxima velada, aun siéndole totalmente desconocido antes. Suponía que algo de ello podría atribuirse a su parenteseo con ellas; pero aun así, jamás había recibido tanta atención en todo el curso de su vida.

Orgullo y prejuicio.—T. I.