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UN TERRIBLE JUEGO DE PALABRAS.

de la silla de montar, con un tirón que rompió su cuello, por uno de los subalternos de Martinez. La guerra a muerte había sido declarada por ambos lados, y no daban ni pedían cuartel.

Un día en 1869, el que escribe se encontraba en la calle Montgomery de San Francisco, conversando con el General Martínez y otros, cuando surgió el tema de los idiomas que cada uno hablaba o no hablaba. Uno podía hablar español, inglés y francés; otro alemán, inglés y francés, y así sucesivamente. Uno del grupo remarcó con desprecio que su español era deficiente, pero agregó, "He logrado a pasar mucho a través del francés en mi vida". "¿Qué dice?" preguntó el General rápidamente. La observación le fue traducida literalmente, cuando levantó al instante su sombrero con una cortés reverencia, y respondió, "¡Yo también Señor!" Considerando todas las cosas, era el juego de palabras pronunciadas más terrible que nunca oí.

Po veinte millas, nuestro camino nos llevó a lo largo de las orillas de la Laguna de Zacoalco, una parte del tiempo con la Laguna de Sayula en el lado opuesto de lengua de tierra en que viajamos. El suelo era principalmente burdo y con grava, y el campo poco cultivado. Las montañas, aunque cubiertas con densa vegetación, estaban compuestas casi enteramente de antigua lava, y todas las cercas a lo largo de la carretera estaban construidas de mismo material, de hecho, este país es de comparativamente reciente origen volcánico. En la de extremo superior de la Laguna de Zacoalco, pasamos cerca de la orilla por millas. Hubo grandes claros de caña en la carretera en muchos lugares y creciendo cerca del borde, de agua, vimos miles de hermosos lirios rosados y manchados, ricamente fragantes, y como el lirio japonés en apariencia.