Altos muros con puertas robustas rodean la mayoría de estas grandes haciendas, y observamos algunos parapetos de adobe en algunos techos, con agujeros para mosquetes, sobre las almenas. Esto cuenta la historia de los tiempos de civil Guerra y bandolerismo tan felizmente desapareciendo confío, de México para siempre. Una de estas grandes haciendas, si es defendida decididamente por su ocupante y sus sirvientes, para tomarla haría falta artillería. Todos los pueblos están rodeados por terrenos cuadrados, cada uno conteniendo entre medio acre dos acres y medio, cercados con el cactus órgano, y cada uno cultivado por una familia separada.
Al medio día, estábamos en la antigua Ciudad de Salamanca, la capital penal de Guanajuato, habiendo pasado antes a través de la antigua ciudad mercado de Irapuato, que tiene unos cinco mil habitantes, y dos Iglesias muy antiguas con elaboradas fachadas de piedra tallada, ahora en un estado ruinoso. La prisión estatal de Salamanca se encuentra en lo que una vez fue un convento, con una Iglesia adjunta, y ladrones y desesperados vienen a trabajar donde monjas dejaron sus vidas en piadosa ociosidad. Los convictos, quinientos en número, participan en diferentes clases de trabajo, como en Guadalajara, y a pesar del clamor levantado por la Iglesia y la prensa, sobre los despojos del Señor, y profanación de la propiedad sustituyendo un convento de monjas por una colonia penal, los edificios están siendo mejorados y extendidos, y es evidente que la propiedad nunca más se utilizará como un lugar de retiro religioso.
El Gobierno de México parece ser completamente consciente de la necesidad de mantener su actitud ante la Iglesia con toda firmeza, y las protestas indignadas del obispo o sacerdote, y los anatemas de la