estaban conversando. Miramón le dijo a Maximiliano:
"Emperador: le ruego que se prepare para la muerte; ¡le digo que sin duda ellos nos fusilaran!"
Maximiliano respondió con confianza:
"No, no se atreverán a hacerlo: posiblemente te fusilarán a ti, pero Don Benito no dejará que me maten. ¡Él me enviará a los Estados Unidos o a Europa!"
Miramón encogió sus hombros y respondió:
"Le aseguro que se está engañando a sí mismo; ¡ciertamente nos fusilarán a todos nosotros!"
En el cuarto de Maximiliano vi un agujero en el piso donde el pavimento se levantó, como si para escaparse al cuarto de abajo; pero no puede saber si esto se hizo durante el tiempo que él estaba preso o posteriormente.
En compañía del Señor Dueñas, fui a ver el lugar donde los tres encontraron su muerte. En la de ladera noreste en el bajo, lado de la colina rocosa, hacia la ciudad, habían hecho una burda barrera de adobes para detener las balas, y aquí pararon los carros. El General Escobedo, con un movimiento de la mano, le indico a Maximiliano que se bajara. El emperador títere, poco acostumbrado a ser tratado de esta manera por quienes el consideraba como el polvo de la tierra, le miró con duda que finalmente cambió a una mirada ceñuda, descendió dudosamente, y caminó mecánicamente hacia la cumbre de la colina. Miramón llegó a continuación y, viendo que Maximiliano iba mal, le llamó de regreso. Primero estaban con Maximiliano en el centro, pero se cambió la posición, y cuando las tropas se prepararon en la colina abajo para disparar sobre ellos, Maximiliano se situó al oeste, Miramón después, Mejía y al este. Maximiliano, con la re-