guaje que usó hace un año o dos, ya que, cuando él sacudió su dedo ante dignatarios de la Iglesia reunidos, y exclamó con una seriedad y de énfasis que tuvo él espíritu de profecía:
"¡Miren ustedes, señores! ¡Que en lo sucesivo caminan por un camino angosto y estrecho, sin girar a la derecha ni a la izquierda, mientras se convierten en seguidores del manso y humilde Jesús de Nazareth, o prepararense para el día inevitable, en el que el largo sufrimiento de la gente en México, levantará sus fuerzas, destruirá sus orgullosos templos en polvo, y dispersará los fragmentos de sus ídolos paganos a los vientos!"
De su discurso en esta ocasión doy una traducción muy rápida, hecha por el Señor Don Miguel Pedrorena, de San Francisco, bajo la premisa, sin embargo, de que no hay traducción por perfecta que sea, que pueda dar una de clara idea del torrente de ardiente elocuencia ardiente que brota de sus labios cuando él entra en su tema. Mientras él hablaba todos los invitados dejaron sus sillas, y se pararon alrededor de la silla del Presidente para escuchar en silencio, que sólo era roto de vez en cuando por entusiastas aplausos, en el que todos participaban.
Caballeros:—El Ministro de una de la repúblicas de América del Sur, quizás la más floreciente, dijo, hace unos años refiriéndose a los honores que habían sido dados por su país al ilustre Cameron y San Martin, que "solo las Naciones que están agradecidas, merecen ser asistidas".
Una máxima sagrada, que ha sido estampada para siempre en la de conciencia del pueblo, cuyo seguimiento les ha dado el punto más alto de poder, y cuyo olvido ha arrastrado a la degradación a los más famosos y poderosos Imperios. Las Repúblicas este nuevo continente debe siempre mantener en sus mentes esta máxima, que nunca podemos olvidar, si queremos que América ocupe la posición que se le ha asignado