Sin embargo, debo confesar alguna decepción al visitar la escuela de arte y diseño. Cientos de retratos históricos, bíblicos, religiosos y cuadros clásicos, elaborados y, en general, bien hechos, adornan las paredes; pero no hay una docena, ilustrativos o conmemorativo de los grandes y románticos incidentes de la conquista española e historia subsecuente de México; y, aun más extraño, las maravillosas escenas esta tierra gloriosa ha sido casi totalmente abandonada. Hay santos agonizantes y mártires por cientos, Abrahams llevando a Isaacs al sacrificio, Judiths y Holofernes, Sansones y Dalilas, Susanas y Ancianos, Reyes y reinas de la vieja España y Europa, monjes y obispos, y ermitaños y bandoleros, sin fin.
Hay imágenes de autenticidad indudable, de los viejos maestros españoles, y más vírgenes de Guadalupe y otras que llenarían cualquier cielo de tamaño razonable; pero uno busca en vano por escenas de la Sierra Madre, la Barrancas de Beltrán y Atenquique, Popocatépetl, Orizaba, el Valle de México, y mil otros gloriosos temas para pintores de paisaje que ofrece este país.
De las nuevas fotografías, vi una representando a Virgilio y Dante mirando al infierno, que es magnífica en la simplicidad de su diseño y la fuerza salvaje de su ejecución. Otra—aun no del todo acabada—que representa a la mujer india que primero descubrió el arte hacer pulque de la leche del maguey, con sus asistentes, presentando el licor y la planta al rey de Tula, es muy hermoso y artístico en el diseño, da una de idea perfecta del vestuario y apariencia de los antiguos aztecas, y vale más que un acre cuadrado de santos, mártires mohosos, húmedos, viejos ermitaños en celdas
