"¡Por supuesto que si, y quiero ese riel!"
"Muy bien; si el riel le pertenece, no lo quiero. Llévelo y sea bienvenido, Señor. ¡Buenas tardes Señor! y calmadamente desacopló el riel de los bueyes, educadamente levantó su sombrero y se fue con sus animales, dejando el riel tirado allí, a doce millas de la via, para que sus dueños se lo llevaran como pudieran; no pareció preocuparle ni tantito.
No hay minas de plata en las inmediaciones, pero las diligencias anteriormente se detenían con bastante regularidad, y el suministro de plata para adornar piezas de de acero, parece ser todavía suficiente para satisfacer la demanda del comercio.
Su Excelencia el Gobernador Romero, y su personal, nos acompañó en su carro privado desde Puebla hasta Tepeaca, una vieja ciudad Azteca a nueve leguas de Puebla. Aquí nos detuvimos para desayunar, y nos despedimos del Gobernador y sus ayudantes con mutuas expresiones de pesar. El Gobernador había hecho todo lo que cualquier hombre podría hacer, para mostrar al Sr. Seward atención y respeto, e hizo la estancia del grupo en el estado de Puebla agradable y el será por mucho tiempo recordado con gratitud.
Tepeaca tiene una historia, si hubiéramos tenido tiempo de parar y verla. Desayunamos en una fonda frente a la gran plaza. En esta plaza, delante de la Iglesia, hay una alta, torre cuadrada de ladrillo o adobe, pintada de blanco, con un techo de tejas rojas, agujeros arqueados como aberturas, cerca de la parte superior, y un reloj de sol pintado en un lado perpendicularmente, según la costumbre Azteca, en lugar de ser horizontal como era el nuestro. En el reloj hay una inscripción a este efecto: "Aquí estoy, y no hay ninguna duda acerca de mí." Esto fue una fortaleza aztecas, y por ser muy curiosa, los españoles no la destruyeron,