rueda de turbina que es para mover algunas de la máquinas y ayudar en el riego. Los patios alrededor están llenos con carros y otros implementos agrícolas, expuestos al sol y lluvia, y una gran parte del trabajo realizado en los edificios y zanja etc., se ha perdido, porque no está hecho a la mitad—un equipo de ingenieros europeos teóricamente incompetentes, echaron a perder todo desde el principio. El Propietario, Señor Huarte ahora ve cómo se le impusieron, y cuando estábamos allí, había esfuerzos para asegurar los servicios de un lúcido práctico americano, entonces en Colima, para hacerse cargo de la obra y llevarla a término. Él ya ha gastado $200,000 en mejoras de su finca y aparentemente, le costará la mitad de lo gastado antes de obtener algún un ingreso. Los campos están rudamente cercados con postes redondos, y cultivados de manera muy primitiva con torpes implementos agrícolas. Cuando esté en pleno funcionamiento con adecuada gestión, la finca debe pagar intereses de un millón de dólares.
El señor Huarte es nativo de la vieja España, chaparro, oscuro, rotundo, de maneras pulidas, cortés y hospitalario, y aficionado de hacer todo en una escala principesca. Su gran Casa esta en Colima, donde residen sus hijos—es viudo—y este es sólo de su país de residencia. Durante nuestra estancia, nos entretuvo en una magnificencia escala que pone las hospitalidades dadas a nuestros visitantes en California completamente en vergüenza. Su cocina tiene enjambres de empleados domésticos, masculino y femenino, y en su mesa, plato tras plato de carnes, aves, verduras y frutas siguen a cada uno con rapidez, y están regados con vinos de cada cepa de uva desde Ay y Málaga, hasta Sonoma.