manejo del lugar admitirá, se realiza para mitigar los horrores de su situación. Me dijeron que a ciertas horas, que a esos que no han intentado romper su palabra, se les permite paseo en el techo durante un tiempo específico diariamente, y se les dan otras tales indulgencias como es posible.
Entre los prisioneros está el General Castillo, quien era el segundo en mando bajo Miramón en la expedición enviada desde Querétaro por Maximiliano para capturar el Presidente Juárez, en Zacatecas. Esta expedición estuvo muy cerca de lograr su objeto, pero por intervención afortunada unos francotiradores estadounidenses, que tuvieron el avance de la fuerza imperialista en jaque hasta la llegada de Escobedo y les derrotó, salvó al Presidente, y volteó la marea de la guerra hacia Querétaro, donde Miramón llegó con solo un puñado de hombres que le quedaron, de toda la fuerza espléndida que la que él había salido lleno de toda esperanza y confianza de victoria.
Castillo dio a la República muchos problemas, y cuando, por fin fue capturado y sentenciado a destierro de diez años en Yucatán, como una alternativa ante la muerte, tonta y perversamente rompió su libertad condicional, y regresó a México un mes después, sólo para ser capturado y enviado a servir sus diez años en San Juan de Ulúa. Había estado ahí un año, y estaba rápidamente sucumbiendo en la nocividad mortal del lugar y su desesperanzada posición.
Mientras estuve en la Ciudad de México, se me acercaron grupos que deseaban que yo hablara a su nombre con miembros del Gobierno, y que le llevara un mensaje cuando visitara San Juan de Ulúa; pero como yo estaba situado, sentí que estaría totalmente fuera de lugar para mí hacer tal cosa, y no tuve deseos de involucrarme en esto. Yo