pasamos, encontramos una compañía brillante y numerosos asistentes, y dispuestas cerca de la puerta para permitir al grupo pasar a través al salón principal.
La Escena presentada al entrar el grupo fue brillante y maravillosamente hermosa. El salón principal es cuadrado, rodeado de amplios corredores, separados por pilares y arcos moriscos, con las correspondientes amplias galerías encima. Los pisos estaban cubiertos con paño, y espolvoreado con recortes de papel dorados. Los pilares, los arcos, las paredes y los techos estaban cargados con la más rica vegetación del trópico; hojas de palma en todas sus variedades; las flores de color crema, ricas del cacao, parecían gigantescas cabezas de trigo hechas en cera, el fruto verde y flores de la banana y toda la indescriptible riqueza de la flora tropical, en brillantez de variedades más allá de la descripción. El Sr. Seward exclamó, "Es un bosque tropical, con una iluminación oriental". Ricas lámparas y vasos chinos, llenos de perfume y brillante color aceite de coco, con cirios ardientes, había en todos los lados.
El techo estaba oculto por un toldo verde, con gasa blanca y roja, y todo alrededor de la sala había banderas de México y Estados Unidos. En un extremo del salón, "Don Benito Juárez, Salvador de la Patria," miraba hacia abajo en silencio lúgubre desde un lienzo, y en el otro, un buen dibujo del Sr. Seward, pintado en dos días por un artista nativo, envuelto en laurel y las banderas de las dos repúblicas. Alrededor del corredor colgaban fotos del General Ramón Corona, comandante del ejército del oeste y sus compatriotas, y los héroes de la Guerra mexicana de independencia. Por un lado de la galería estaba la leyenda iluminada «Al H. W. H. Seward»
