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Cuentos y narraciones

Señora, exclamó el príncipe, apartando involuntariamente el sobre, ¿á qué título voy á tomar ese dinero?

—Se lo doy á V. porque así es la voluntad del Eterno, replicó solemne y enérgicamente la joven.

Mi deber es dárselo á V. Puede V. hacer de ello lo que guste ó dárselo á quién se le antoje, pero yo tengo que entregarlo, por ser la mitad de mi fortuna terrena. Yo le suplico á V. que lo acepte y que se lo lleve.

Myrrha le entregó el sobre con una mano mientras que la otra se la llevaba al pecho.

El príncipe, sin saber lo que hacía, lleno de admiración, cogió el paquete y lo guardó en su bolsillo. En aquel mismo instante sonó, allá en las profundidades, el timbre penetrante y lúgubre de la campana, cuyo eco se extingnió lentamente en el ambiente templado y aromático de la estancia oriental.

VIII

—Principe, dijo Myrrha, ahora le ruego que se siente aquí, y le indicaba un taburete próximo áá ella. El príncipe obedeció. Laatmosfera mágica que parecía flotar en torno de la joven; lo rodeó y sintió el calor del hermoso cuerpo de suinterlocutora.

—Príncipe, preguntó ésta á media voz con cierto sentimiento de terror. ¿Es V. ateo?

El aludido pensó llevado de la cortesía, característica en la jeunesse doree de entonces, dar una evasiva, diciendo:

—¿Puedo yo acaso ser ateo cuando estoy en presencia de una divinidad? más no lo dijo y sc limitó á hacer un gesto afirmativo.

—Sin embargo, lleváis una cruz en el pecho.

El príncipe miró á la joven con sorpresa. Lleva-