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Cuentos y narraciones

só de no haber pagado su deuda, contó una historia cualquiera para justificar su olvido y se puso á jugar á las cartas con el duque. Escogió tres cartas, las puso una sobre otra: con las tres ganó: el desquite fué completo.

¡La casualidad! exclamó uno de los presentes.

—¡Eso es un cuento! observó Hermann.

¡Quizá fueran cartas falsificadast dijo un tercerow No creo, repuso Tomski con gravedad.

—¡Cómo! exclamó Narumof. Tienes una abuela que adivina tres cartas seguidas y hasta ahora no le has arrancado su secreto?

—¡Si, por vida mía! repuso Somski. Mi abuela tuvo euatro hijos, uno de los cuales fué mi padre.

Los cuatro eran jugadores y á ninguno le descubrió su secreto, lo cual no hubiera sido malo para cllos, ni para mi tanpoco. Pero, oigan Vdes. lo que me contaba mi abuela, del conde Ivan Ilitch, dándome su palabra de honor de que era cierto. El difunto Chaplistki, que murió en la miseria después de derrocharmillones, allá en su juventud perdió, jugando con Zorich unos 300.000 rublos. Estaba desesperado. Mi abuela q e siempre fué compasiva con los muchachos, sintió lástima de Chaplitzki. Le dió tres cartas para que las pusiera una sobre otra y le exigió su palabra de no volver á jugar. Chaplitzki fué á buscar á su vencedor y ambos se pusieron á jugar. Chaplitzky puso 50.000 rublos á la primera carta y ganó, á la tercera car ta se había desquitado por completo.

—A todo esto, dijo uno de los presentes, ha llegado la hora de irse á la cama; son las seis menos cuarto.

En efecto empezaba á amanecer. Los muchachos apuraron sus copas de ron y se separaron.