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Julián Juderías

rían y robando constantemente á la anciana. Isabel Ivanowna era un mártir doméstico.

Ella servía el té y escuchaba regaños por el consumo exagerado de azúcar, ellaleíanovelas en voz alta y tenía lo culpa de cuantos errores había cometido el autor, ella acompañaba á la princesa cuando salía de paseo y era responsable del tiempo y del estado de las calles. Tenía señalada una recompensa pecuniaria, pero nunca se la pagaban no obstante lo cual le exigían que se vistiera como todas, es decir, como pocas. En sociedad desem peñaba el mismo papel. Todos la conocían y ninguno le hacía caso, en los bailes no la sacaban á bailar sino euando faltaba un vis á vis, las señoras se cogian de su brazo cuantas veces necesitaban ir al tocador para arreglar algún dotalle del vestido. Como tenía amor propio sentía lo triste de su situación y miraba alrededor suyo esperando con impaciencia que se presentase un libertador, pero los jóvenes, calculadores á pesar de su vanidad juvenil, no le hacían ningun caso, por más que fuera Isabel Ivanowna cien veces más bonita y más agradable que las impertinentes y desagradables jóvenes en torno de las cuales se movian.

Cuántas veces, abandonando la sala aburrida y pomposa, habíase retirado á su pobre alcoba donde lloraba silenciosamente al lado de viejos biombos y de antiguas tapicerías, mirando con tristeza la cómoda, el espejo y la cama que constituían el mobiliario, á la luz escas que proyectaba una vela de sebo puesta en un candelero de metal.

Una vez, esto sucedió dos dias después del sarao descrito al principio de este relato y una semana antes de la escena en que nos detuvimos, una vez, Isabel Ivanowna, sentada junto á la ventana trabajando en su bastidor miró distraidamente á la calle vió á un joven ingeniero inmóvil y con la vista fija en la ventana. Isabel bajó la cabeza y tornó á