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Cuentos y narraciones

su labor, cinco minutos despues miró de nuevo: el joven oficial seguía en el mismo sitio. No teniendo por costumbre coquetear con los oficiales que pasaban por la calle dejó de mirar y bordó por espacio de dos horas sin levantar la cabeza. Sirvieron la comida.

Isabel se levantó, recogió su labor y mirando involuntariamente hacia la calle, volvió á ver al oficial. Esto le pareció bastante raro. Después de comer se aproximó á la ventana con cierta intranquilidad, pero el oficial había desaparecido y ella no volvió á acordarse más de él.

Dos días después, cuando iba á subir al coche con la condesa, volvió á verle. Estaba junto á la escalinata y ocultaba el rostro en el cuello de castor, sus negros ojos brillaban bajo la gorra.

Isabel Ivanowna se asustó sin saber de qué y tomó asiento en el coche con inexplicable sobresalto.

Al regresar á casa corrió á la ventana: el oficial se hallaba en el mismo sitio que el otro día y no apartaba la vista de ella; la joven se retiró, mortificada por la curiosidad y agitada por un sentimiento completamente nuevo para ella.

Desde entonces no pasó día sin que el joven oficial no se presentase á la misma hora bajo la ventana de la casa. Entre él y la joven se establecieron mudas relaciones. Sentada en su sitio, ocupada en su trabajo, sentía su proximidad, levantaba la cabeza y le miraba cada día más.

El joven, al parecer, le estaba muy agradecido; la joven reparaba, con la penetración propia de la juventud, cómo se cubrían de carmín sus pálidas mejillas cuando su mirada se encontraba con la de él. Al cabo de una semana, la joven le sonreía...

Cuando Tomski pidió permiso á la condesa para presentar á su amigo, el corazón de la pobre