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Cuentos y narraciones

en no hacerlo? Quizá vaya unido á un pecado horrible á la pérdida de la eterna bienaventuranza; á un pacto diabólico... Piénselo bien; V. es vieja, poco le queda ya de vida... yo tomo sobre mi todos vuestros pecados. Descúbrame el misterio.

Piense que la felicidad de un hombre se halla en sus manos; que no solo yo, sino mis hijos y mis nietos, bendecirán su memoria y la adorarán como á una santa.

La anciana no contestó.

Hermann se levantó.

—¡Bruja del demonio! exclamó rechinando los dientes. Yo te obligaré á contestar.

Así diciendo sacó una pistola. La condesa al ver el arma debió experimentar profunda impresión.

Movió la cabeza y levantó el brazo como si quisiera evitar el disparo; después se dejó caer y quedó inmóvil.

—Déjese de niñerías, prosiguió Hermann, 00giéndole la mano. Por última vez le pregunto si quiere ó no indicarme las tres cartas...

La condesa no contestó. Hermann vio entonces que estaba muerta.

IV

Isabel Ivanowna estaba en su cuarto en traje de baile todavía, sumida en profundas reflexiones. Al llegar á casa se apresuró á despedir á la adormilada doncella que de mala gana le ofrecía sus servicios diciéndole que se desnudar'a sola y temblando entró en su cuarto, esperando encontrar alli á Hermann y deseando al mismo tiempo no verle. La primera mirada que lanzó pudo convencerla de que allí no estaba y dió gracias al destino por el obstáculo que había opuesto á la entrevista.

Se sentó, sin desnudarse, y púsose á recordar todas las circunstancias que en tan corto tiempo la