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Julián Juderías

habían llevado tan lejos. No habían pasado aú tres semanas desde el día en que por vez primera víó des de la ventana al joven y ya estaba en correspondencia con él y había logrado este obtener de ella una entrevista nocturna. Ella sabía el nombre de él solo porquo algunas de sus cartas estaban firmadas por él; no había hablado con él jamás, no conocía el motal de su voz; no habia oído hablar de él jamás... hasta aquella misma noche. ¡Extraña cosa! Aquella misma noche, el baile Tomski, molestó con la princesita Paulina que, contra su costumbre no coqueteaba con él, deseó vengarse, demostrándole indiferencia é invitó á Isabel Ivanowna á bailar una mazurca.

Todo el tiempo que duró ésta, se burló de su inclinación hacia los ingenieros, aseguró que estaba enterado de muchas cosas que ella no podia ni siquiera figurarse, y algunas de sus burlas iban tan bien dirigidas que Isabel Ivanowna pensóő más de una vez en que se había descubierto su secreto.

—¿Quién le ha dicho á V. todo eso? preguntó sonriéndose.

—El amigo de una persona á quién V. conoce le contestó Tomski; un hombre muy notable.

—Y quién es este hombre tan notable?

—Le Baman Hermann.

Isabel Ivanowna no contestó, pero se quedó holada.

—Este Hermann, prosiguió Tomski, es una persona verdaderamente romántica. Tiene perfil napoleónico y alma de Mefistófeles. Yo creo que s0bre su conciencia pesan lo menos tres crímenes.

—Que pálida se pone V...

—Me duele la cabeza...

—¿Qué le dijo á V. Hermann... ó como se llame?

—Herman está muy descontento con su amigo;