del portalón que estaba hecho de tablas, vieron que en el patio había grandes carromatos. En el cielo brillaban algunas estrellas.
— Hermanos — dijo uno de los estudiantes—, aquí no hay que andarse con molindres. Cueste lo que cueste pasamos aquí la noche.
Y los tres aporrearon la puerta, gritando:
—¡Abrid!
15 El portalón se abrió rechinando, y una vieja, que vertía amplio chaquetón de pieles, sepresentó ante los estudiantes.
—¿Qué se os ofrece?— — preguntó.
—Danos albergue por esta noche, abuela. Nos hemos extraviado, y el campo á estas horas es tan antipático como un estómago vacío.
—¿Qué clase de gente sois?
—Gente de paz. Sómos el teólogo Jallava, elfilósofo Tomás Brut y cl retórico Tiberio Gorobez.
—¡Imposible! exclamó la vieja. Tengo la casa llena de gente; están ocupados hasta los rincones.
¿Dónde os voy á alojar? Sois tan robustos y grandotes que se vendría la casa abajo si entráseís en ella. ¡Buenos están los tales filósofos y teólogos!
Si admitiese á tamaña gentuza me quedaría con las cuatro paredes. ¡Fuera, fuera, aquí no hay sitio!
—¡Abuela, enternécete! ¿Quieres acaso que á tres cristianos les suceda una desgracia? Pónnos donde quieras, y si te hacemos el menor daño, permita Dios que se nos sequen las manos ahora mismo.
La vieja se ablandó.
—Bueno—dijo—. Hágase como queréis. Os Ilevaré á sitios distintos. No estaría tranquila si os quedaseis juntos.
—Hágase tu voluntad, abuela.
El portalón se abrió del todo y los escolares entraron en el patio.