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Cuentos y narraciones

carrera como se hace con los caballos cherqueses, y cuando ya labian dejado muy atrás la granja y ante ellos se dilataba una planicie monótona, limitada por un bosque negro como el carbón, el filóso se dijo:

—¡Pero, si es una bruja!

En el cielo brillaba laluna como una hoz de plata.

La tibia claridad de la media noche caía sobre el campo como á través de un tamiz esparciéndose á modo de niebla luminosa. El bosque, las praderas, las colinas, el mismo firmamento, parecían dormir con los ojos abiertos, El viento susurraba de euando en cuando á lo lejos. En el ambiente se notaba cierto calor húmedo. Las sombras proyectadas por los árboles y arbustos parecían estar trazadas con tinta y las de aquellos que se erguían junto á los barrancos caían rectas como lanzas hasta el fondo de los mismos.

Tal era la noche en que Tomás galopaba llevando á cuestas tan extraño jinete.

El estudiante sentía una angustia indefinible pero, cosa rara, con esta angustia se mezclaba una sensación inexplicable de dulzura. Bajó la cabeza y miro hacia el suelo. ¡Qué espectáculo más raro se ofreció á su vista! La hierba de la pradera parecía estar muy leios, cubierta con una capa de agua transparente como la de un arroyo y servir de tapiz al fondo profundo de un misterioso ocćano, y no era esto solo: en el cielo no brillaba la luna, sino un sol resplandeciente y en el suelo, las azules campanillas de la pradera sonaban como si fucran de plata. De las misteriosas aguas salía una ninfa cuyo flexible cuerpo ondulaba como si estuviese hecho de chispas de luz. La ninfa se volvía hacia él mostrando un rostro iluminado por rasgados y resplandecientes ojos y cantaba con voz que llegaba al alma. Llegada que fué á la superfieie se alejó de nuevo lanzando alegres risotadas,