Página:Páginas eslavas - Cuentos y narraciones (1912).pdf/21

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
19
Julián Juderías

para ir mas lejos á nadar, flotando, sobre la espalda. Su cutis parecía de nacar, y rodeaba su cuerpo una aureola luminosa. Temblaba y se sonreía en las aguas.

¿Lo vió esto ó no lo vió? ¿Estaba despierto ó dormía? ¿Y aquello qué era; era el viento ó era una música cuyos acordes melodiosos le llegaban al alma?

Tomás se preguntaba la razón de aquellas maravillas. El sudor caía de su frente como granizo. Su angustia se iba convirtiendo en punzante dolor.

Parecíale que el corazón le faltaba y de cuando en cuando se llevaba la mano al pecho. Extenuado, medio muerto púsose á recordar cuantas oraciones sabía, prefiriendo los exorcismnos. Al punto sintió alivio y notó que la bruja se sostenía con menos vigor sobre sus hombros; que la rapidez de su carrera disminuía, que la hierba aparecía tal y como era en realidad y que la luna brillaba de nuevo en el cielo —¡Bueno! pensó, y diósc á recitar casi en voz alta los exorcismos. Por último, saltó con la velocidad del rayo y montó sobre la bruja. Esta corría tan deprisa que su jinete apenas podía respirar.

La tierra desaparecía bajo sus pies. La luz de la luna, aunque no era llena, lo iluminaba todo, más la velocidad era tan grande que todas las desigualdades del terreno se confundían ante sus ojos.

Cogió una rama que yacía en el suelo y comenzó á medir con ella las espaldas de la bruja. Esta prorrumpió en gritos salvajes y amenazadores primero, gritos que poco a poco fueron debilitándose hasta terminar en sones parecidos á los tañidos de argentinas campanillas. Aquellos sones tenían tanta dulzura, que el filósofo se preguntó involuntariamente: ¿Será de veras, una bruja?

Al cabo de un instante la anciana exclamó: ¡No puedo más! y cayó al suelo desplomada.