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Cuentos y narraciones

Dorosch la mirú, clavó los ojos en el suelo, volvió á mirarla y tras corto silencio, dijo:

—Si delante de todos te quitasen la falda no sería muy bueno el cuadro.

Esta advertencia hizo su efecto; la vieja se calló y no volvió á despegar los labios.

—En la cuna, que estaba colgada del techo de la habitación, prosiguió Dorosch, habia una criatora, no se de qué sexo. Schepchija se acostó y al cabo de un rato oyó un ruido parecido al de un perro que se restricga contra una puerta y unos aullidos tales que era preciso echar á correr. Se asustó porque las mujeres son tan tontas que en cuanto cae la noche con sólo sacarles la lengua se desmayan. Sin embargo, pensó: Le voy a dar á ese perro un palo en los hocicos á ver si calla. Cogió una estaca que tenía á mano y fué abrir la puerta.

Apenas la entreabrió le pasó el perro entre las piernas y se fué derecho á la cuna del niño.

Schepchija observó que lo que ella creía perrono cra tal perro, sino la señorita. Después de todo, si la señorita quería ir de paseo nadie tenía que impedirselo pero el hecho era que estaba toda azol y que le ardían los ojos como carbones. Cogió al niño, le mordió en la garganta y bebió la sangre.

Schepchija gritó: ¡Dios mío! y salió corriendo del cuarto. Abajo, la puerta estaba cerrada. Se metió en la despensa, se sentó en el suelo y se puso á temblar. Entonces llegó la señorita, se acoreó á ella y empezó á comérsela.

Por la mañana Scheptun encontró á su majer medio comida y toda negra. De allí á dos días se murió la muy tonta. Cosas de esta indole las habia á cada paso. ¡Aunque se trate de una familia noble cuando se es bruja, se es bruja!

Una vez terminada su relación Dorosch paseó la satisfecha mirada por el auditorio y encendió la pipa.