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Cuentos y narraciones

El Khan era viejo—decía el ciego, pero tenía en su harem numerosas mujeres. Y ellas amabaral anciano porque aún tenía fuego y vigor bastante y eran sus caricias ardientes y las mujeres amarán siempre á quien sepa amarlas aunque sea vie jo, aunque su rostro se halle surcado de arrugas..la belleza está en la fuerza y no en la tersura del entis, ni en el sonrosado color de las mejillas.

Todas le amaban, pues, y él prefería á una cosaca de las estepas del Dnieper y siempre la acariciaba con más gusto que á las demás mujeres del harem, de su gran harem donde había trescientas mujeres de distintas tierras y todas cran bellas, como flores de Abril y todas vivían bien.

Para ellas mandaba preparar infinitos manjares sabrosos y dulces y dejaba que bailasen y cantasen siempre que querían...

Pero á su cosaca la llamaba con frecuencia á su baño desde el cual se contemplaba el mar y donde hab'a preparado para ella cuanto podia apetecer:

dulces, telas diversas, oro y piedras de múltiples colores, músicas y aves extrañas de lejanas tierras y ardientes caricias... En este baño pasaba el Khan con ella días enteros, descansando de los trabajos de su vida y sabiendo que su hijo Algalla no dejaria decaer las glorias de su reinado cazando lobos en las estepas rusas y tornando siempre de alli cargado de botín, con nuevas mujeres y glorias nuevas y dejando en pos de sí el terror, cenizas, sangre y cadáveres.

Una vez, regresó Algalla de una correría por tierras de Rusia y en su honor se celebraron grandes fiestas. Todos los príncipes de la peninsula se juntaron en ellas y hubo juegos y festines y los jinetes para probar su destreza tomaron como blanco los ojos de los prisioneros y bebieron de nuevo, celebrando la bizarria de Algalla, terror de los enemigos, sostén del reino. Y el viejo Khan se enorgulle-