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Cuentos y narraciones

píritu elevado, ese es tu destino! exclamé; para tí no hay esperanza ni ilusiones, para ti no hay consuelo.


¿Quién galopa por entre las tumbas haciendo que despidan ohispas? Es Osmán. Su caballo corre como el viento y su capa abigarrada revolotea en las sombras como una nube. Involuntariamente me llevé la mano al revólver, pues el odio de los turcos no se revelaba únicamente en asesinatos misteriosos. De pronto detiene su caballo. Sus ojos brillan bajo el turbante con terrible fulgor, la barba negra y enmarañada hace resaltar la palidez del rostro. Busca á alguien; encontró á su víctima. De nuevo da riendas á su cabalgadura y en tres saltos llega á la tumba del ruso sobre la cual reza la hermosa turca. Ví como se rebelaba el corcel contra la presión de la serreta, vi el relampagueo de un sable, ví una maldición y luego un grito corto pero penetrante é indescriptible. Todo esto se verificó en un instante y cuando me abalancé hacia el sepulero, el velo rojo yacía en tierra. Il malvado al verme dirigió hacia mí el caballo y lanzando el grito de perro cristiano levantó el sable. De seguro me hubiera dado muerte si una bala no le hubiese alcanzado á mitad del camino. El sable cayó á tierra partiéndose y el asustado caballo dió un bote, pero el jinete no perdió los estribos: había caído sobre el cuello del bruto y cuando éste se alejó al galope lo perdí de vista.

Me apresuré á llegar al sitio donde yacía la turca; no la hallé con vida. El sablazo le había destrozado un hombro y llegado hasta el corazón. Su rostro sin embargo, no estaba manchado de sangre. Sus negros cabellos estaban esparcidos sobre la lápida que con ambas manos abrazaba. Caí de rodillas y contemplé largo rato aquel rostro que