Página:Páginas eslavas - Cuentos y narraciones (1912).pdf/98

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
96
Cuentos y narraciones

si humana y los enormes y relucientes ojos del inmundo bicho, cual si estuvieran iluminados interiormente miraban al príncipe con expresión sombría y malévola.

—¿Adónde he venido yo? murmuró el príncipe al contemplar estas cosas. Seguramente, añadió para tranquilizarse, es esta una de las cuevas en que celebran sus ritos esas sectas que no desprecian la magia ni los demás misterios de esa índole.

Preciso es hacer observar que ya en aquella época comenzaban á multiplicarse las escuelas místicas, que contaban con buen número de adeptos.

Apenas había cruzado este pensamiento por la mente del príncipe, se oyó nuevamente el son agudo y lúgubre de la campana y la cortina negra que ocultaba el fondo de la bóveda, onduló y se descorrió lentamente. El resplandor de una luz brillante cayó formando un circulo resplandeciente sobre el negro pavimento y un perfume suave y finísimo se esparció por la sala. En la bóveda se había abierto una puerta y la luz caía desde arriba, desde lo alto de una pequeña escalera de mármol.

Una voz femenina, melodiosa y suave dejó oir estas palabras:

¡Entrad, príncipe!

Este subió rápidamente los escalones y se encontró en una habitación bastante grande, pero baja de techo, que ofrecía extraño contraste con la sala de que acababa de salir.

Respirábanse allí los fuertes y embriagadores perfumes del Oriente, iluminaban la habitación innumerables luces que ardían en dos enormes candelabros de oro. El suelo estaba cubierto de suavísimos tapetes orientales de historiado dibujo. Una cortina formada por un ancho tapiz aislaba la parle posterior de la habitación, en donde se veía un diván grande y cómodo, cubierto de tapices finísimos, de pieles de Angola y de cogines de seda.