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La Antigüedad tonía una corona para cada una de estas acciones señaladas de los soldados, desde la corona cívica que se ganaba salvando la vida do un cindadano en el combate, hasta la corona de hiedra que ceñía las sienes del que primero subía á la murallo.

En los tiempos modernos, en que el movimiento de las almas se ha complicado, en que nuevos sentimientos, nucvas pasiones y nuevos móviles morales y materiales, obran sobre los hombres, cl sobdaklo raeo es un ser más complejo, más responsable, que se gobierna más por su propia conciencia que por la recompensa ó el temor.

Nada puede suplir en la milicia ese resorte elástico de las almas, que jamás se desteropla en el peligro ni se relaja en la derrota.

No se puede concebir un ejército sin tomple nioral, sosteniendo una grande y noble causa confiada á sus esfuerzos. Cada cabeza, cada corszún, debe abrigar una idea, un sentimiento, una creencia ó una aspiración superior que lo eleve sobre el nivel coraún, y alcance por la combinaeión do las fuerzas morales y materiales, el triunfo del ideal político y social que está en todos y cada uno de los que combaten.

Por eso los ejércitos de la independencia argentina hicieron triunfar en causa en los caTU pos de batalla, queriéndola, amando la libertad y aspirando á legar a los venideros una patria in dependiente, libre y feliz.

Empero, al recorrer las páginas de nuestra historia escrita, se creería que nuestros fastos militares son pobres do acciones extraordinarias ojecutadas por simples soldados, obrando, por inapiración propia, con heroísmo y con conciencia.

Apenas se registra en ella uno que otra he-