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cho eu que se ponga de relieve el valor noroico, & se manifieste el sentimiento sublime de la abngación deliberada del individuo.

Será ingratitud, scrú olvido, será que realmente este fénero de acciones no está en la indole del soldado argentino!

No. El Creador no negi al barro humano de que está amasado el soklado argentino, el fuego sagrado de las acciones heroicas, inspiradas por móviles puramente morales.

El mismo olvido en que yacen sería una prueba de ello, si faltaran otras.

Mártires sacrificados obscuramente por ser fieles á su creencia, soldados que cumplieron con algo más que su deber, sin más testigos que su conciencia, han ofrecido su sangro en holocausto á las divinidades desconocidas del porvenir, ain aspirar siquiera al epitafio anónimo que inmortalizu el heroísmo de los que se saerificaron por las sau tas leyes de Esparta.

No habían pasado tres años, y ya el general Belgrano había olvidado al escribir sus Memorias elnombre del catalán Raigade, á quien confió en el Tacuarí sostener la retaguardia con una sola pieza de artillería, abandonada cobardemente por offciales y soldados.

El nombre de Juan Bautista Cabral, que salvó & San Martin la vida sacrificando la suya en San Lorenzo, alcanzó los honores de una inscripció:

en la puerta del cuartel, que sus descendientes no respetaron y que la gratitud pústunua no ha res tablecido.

Faluelo, el negro heroico, que solo y abandonado, prefirió la muerte en la obscuridad á la ignominia de presentar sus armas á la bandera de!

cucigo triunfaste, y murió dando vivas á su