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inerta que precede al alba, San Martin dispuso que los granaderos salicsen del patio, y se emboscason, formados con el caballo de lu brida, tras do los macizos claustros y tapias posteriores del conventa, que enmascaraban estos movimientos; haeiendo ocupar á Escalada y aus voluntarios posiciones convenientes en el interior del edificio, á fin de proteger el atrevido avance quo meditaba.

Al Tayar la aurora subió por segunda vez al campanario, provisto de su anteojo militar.

A las 5 de la mañana del 3 de febrero empezó á iluminarse el horizonte, destacándose de entre las sombras de la noche aquel pintoresco paisaje, de grandes aguas tranquilas y de resplandeciente verdura, velado de nieblas transparentes, en medio al cual, el monasterio, los buques y los hombres, aparecían como puntos perdidos en el horizonte.

Pooos momentos después, las primeras lancha!

de la expedición, cargadas de hombres armados, tomaban tierra, A las cinco y media de la mañana subían por el camino principal dos pequeñas columnas de infantería on disposición de combate.

San Martín, bajando precipitadamente de su observatorio encontró al pie de la cocalera á Robertson y lo dirigió estas palabras: "Ahora, en dos minutos más, estaremos sobre ellos, sable en mano". Un arrogante caballo bayo, de cola cortada al correjón, militarmente enjaezado, se veía ú pocos pasos, teniéndolo de la brida su asistente Gatica. Montó en él, apoyando apenas el pie on el estribo, y corrió á ponerse al frente de sus granaderos. Desenvainando su sable corvo. de forma morisca, con empuñadura abierta, arengs en breves y enérgicas palabras á los soldados á quienes por la primera vez iba a conducir á le pelea, recomendándoles, que no olvidasen sus Ice.