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precisamente simultánca con la que llevó en persona San Martín.

La victoria, que había tardado tres minutos en decidirse, se consumó en menos de un cuarto de hora.

Los españoles, desconcertados y deshechos por el doble y brusco ataque, se replegarou haciendo resistencia sobre el borde do la barranca, abandonando en el campo su artillería, sus muertos y sus heridos. La escuadrilla rompió entonces el fuego para proteger la retirada, y una de sus balas hirió mortalmente al capitán Bermúdez en el momento en que, habiendo asumido el mando en jefe por la imposibilidad de San Martín á conseeuencia de su caída. Hlevaba la última carga. El teniente D. Manuel Díaz Vélez, que le acompañaba, arrebatado por su entusiasmo y el impetu de su caballo, se despeñó de la barranca, recibiendo en la caída un balazo en la frente y dos bayonetazos en el pecho.

Estrechados sobro el bondo de la barranca y sin tiempo para rehacerse, los últimos dispersos del enemigo no pudieron mantener su posición, y se lanzaron en fuga á la playa baja, precipitándose muchos de ellos por el despeñiadero por no acertar á encontrar las sendas de comunicación.

Una vez reunidos en la playa, y cubiertos por la barranca como por una trinchera protegida por el fuego de sus embarcaciones, los restos escapados del sable de los granaderos consiguieron embarcarse, dejando en el campo de batalla su bandera y á eu abenderado, dos cañones, 50 fusiles, 40 muertos y 14 prisioneros, llevando varios heridos, entre éstos, su propio comandante Zavala, cuya bizarra comportación no había podido impedir la derrota