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hablemos del Munuscrit Troand, que usted se limi ta á trafar con reserva, contando de paso la historia del cliuseo del abate Domenech, que su editor suponía ser un manuserito pictográficoamericano, cuya clave daba con la aprobación de B. in Bourgbourg, y resultó ser el euadernoborrador de mamarachos de un muchacho alemán.

Parece que usted no supiese que algo parecido ha sucedido con el Manuscrit Troano, impreso com gran lujo tipográfico y cromolitográfico.

En una nota de su Bibliotheca dice el mismo abato B. de Bourgbourg lo que sigue: "No teme "volver sobre lo que he avanzando á propósito del "Manuscrit Troano. Los ensayos de traducción "interliniaria que ho dado a las inscripciones ma"sas, no crá, como lo dije entonces, sino simples "ensayos, y nada: más. Yo había creído que la na"rración comenzaba á mano derecha, es decir, "per el último folio, como en los libros orientales.

"La traducción del Codex Chimalpopoca, y el exa"men que he podido hacer en las ruinas de In"lenque, me han convencido de que la narración "lebe empezar á mano izquierda; como los libros "enropeos". No bastando esto para explicar las abiertas contradicciones en que había incurrido, haciendo decir al texto lo que no decía, el abate recurre además á otro expediente muy singular.

Inventa, interpretando á su manera un pasaje del padre Sahagun (de quien ha tomado casi todo lo Inreino que trae on sus cartas sobre Méjico), un sistema que él denomina de las anfibologías, según el cual, las palabras expresan & pueden expresar cosas opuestas á su sentido recto y genuino, de mos que en un texto idéntico pueden leerse las muismas palabras con un signifiendo completamente diferente. No es broma. He aquí las palabras