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<—141 tase el arma al pabellón del rey que se iba ú enarbolar.

—Yo no puedo hacer honores á la bandera contra la que he peleado siempre contestó Falucho con melancólica energía, apoderándose nuevameute del fusil que había dejado caer.

—¡Revolucionario!

varios á un mismo tiempo.

Revolucionario!—gritazon —Malo es ser revolucionario, pero peor es ser traidor!—exclaanó Falucho con el laconismo de un héroe de la antigüedad (6); y tomando su fusil por el cañón, lo hizo pedazos contra el asta—baudera, entregándose nuevamente al más acerbo dolor.

Los ejecutores de la traición, apoderándose inmediatamente de Falucho, le intimaron que iba á morir, y haciéndole arrodillarse en la muralla que laba frente al mar, cuatro tiradores le abocaronl á quemarropa sus armas al pecho y á la cabeza.

Todo era silencio y las sombras flotantes de la noche aun no se habían disipado. En aquel momento brilló el fuego de cuatro fusilos, se oyó su detonación: resonó un grito de ¡Viva Buenos Aires! y luego, entre una nube de humo, se sintió el ruido sordo de un cuerpo que caía al suelo.

Era el cuerpo ensangrentado de Falucho, que caía gritando viva Buenos Aires! ¡Feliz el pueblo que tales sentimientos puede inspirar al corazón de un soldado tosco y obscuro!

Así murió Faluoho, como un guerrero digno de la República de Esparta, enseñando cómo se muero por sus principios y cómo se protesta bajo el imperio de la fuerza. Para enarbolar la bandera (6) Todos estos detalles y palabras, como los demás que se leerán, son rigurosamente históricas.