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V.

Los calabozos de Casas—Matas Los jefes y oficiales patriotas encerrados en los calabozos de las Casas—Matas, oían desde su prisión los lamentos y los gritos de Falucho, al mismo tiempo que la descarga que le quitaba la vida y la salva de artillería que saludaba la ascensión de la bandera española en los castillos. Los respiraderos de la prisión comunicaban con el torreón del Real Felipe, donde Falueho estaba de centinela. Estos respiraderos, que dejaban penetrar los ruidos pavorosos del exterior, apenas daban paso á la luz; así es que los presos vivían en tinieblas.

Hacía dos días que, en el desorden que reinaba en la plaza, no se había acordado nadie de dar de comer á los prisioneros, de manera que sufrían las angustias de la situación y las punzantes mortificaciones del hambre. Para mayor tormento ge habían aglomerado en una sola cuadra más de cien personas, que no tenían ni el aire suficiente para respirar, ni el suelo necesario para dormir.

Tal era la triste situación de los jefes y oficiales patriotas encerrados en Casas—Matas, mientras Falucho moría heroicamente en el baluarte.

Aun no había amanecido, y muchos de los prisioneros dormían, cuando repentinamente se iluminó el suelo de la cuadra y se vió correr una lfnea azulada de fuego, que se dirigía como una serpiente hacia la entrada de un depósito de mietos de guerra, que comunicaba con la prisión por una débil puerta de madera.

Era un incendio que se pronunciaba y que te-