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con mayor número de variantes para expresar el afecto, la admiración, la alegría, el espanto, la risa, la compasión, el placer, la burla, el enojo, ci dolor de una quemadura, la aprobación, la deaconfianza, la amenaza, etc., etc., sin que el ay ni cosa parecida se mencione, y esto cerca de dus siglos y medio después de la conquista del Perú por los repañoles, en que el idioma indígena se había ccrrompido y mezclado con españolismos.

El ¡ay! español no es, pues, cxelantación queehua, aunque sus letras entren frecuentement..como desinencia ó como elemento silábico en la composición de sus pronombres, formando diptongoe quo se resuelven en las radicales. Sin embargo, esta es la exclamación más prodíguda en el drama y puedo decirse que la única, y esto, constantemente fuera do tiempo y lugar.

Corolario. La heroína emplea el ¡ay! ocho veces consecutivas la primera vez que se presenta en c3cena, y siempre impropiamente según la ment quechua. Así por ejemplo, dice: Ay koya (uy reina); ay kallallay (mi reina); ay mamallay (madro mafa); ay kosallay (mi marido). Con no meno impropiedad la emplea el héroe siete veces consecutivas en una sola cacena. II e abí otros tantos testigos irrecusables de la paternidad española del drama.

IX

Queda todavía por considerar el drama en su estuctura métrica, examinándolo desde un nuevo punto de vista que no han tenido presente los erí ticos que nos han precedido.

El Ollantay, cou sólo dos excepciones, está es crito todo él en versos octosilubos, asma—dos al.