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si por una parte han disminuído el número de los que pueden hablar en verso, por otra parte han servido eficazmente a su adelanto, dándole ese resorte poderoso que hace que el pensamiento se escape con más potencia á medida que más se reconcentra. La rina, que Madame Stael llama "el eco del pensamiento", ha contribuído no poco á templarla poesia, que de otro modo sería un lenguaje lánguido y descolorido; y así se observa, estudiando las obras de los buenos poetas, que huyen con cuidado de emplear consonantes vulgares para exprosar pensamientos sublimes, y que muchas veces la rebusca de un consonante original imprimac A la idea una novedad inesperada y abre á la imaginación nuevos horizontes que de otro modo la inteligencia no habría entrevisto.

Los que erean ver en esos accesorios de la poesia las ornamentaciones plasticas de un arte en decadeneia, se equivocan sobremanera; desde que, como se ve, csos accesorios de la poesía son partc integrante de ella, corno los nervios de la estrucura del cuerpo humano. La fuente de la poesía no se ha agotado aún, bien que los poetas de estos tiempos no vayan á beber la inspiración en las undas de Helicona, y la lira del clásico Apolo es u instrumento que está muy lejos de haber dad> todas sus armonías. Como lo observa D'Ampére:

"todo en este mundo tiene su colocación, y la poesía conservará ternamente la suya. Siempre habrá una necesidad de ideas, una aspiración hacia un mundo superior, que cada día será más difícil satisfacer, y á la cual no podrán jamás bastar ni las altas.abstracciones del pensamiento, ni los curiosos resultados de la ciencia, ni los descubrimientos de la historia.

Hay que pintar todavía los nuevos sentimientos