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los célebres hombres de guerra de sus días. Pues bien, cuando el duque de Alba ocupó los Países Bajos, en 1669, degolló 18.000 hombres y proseribió 100.000. El príncipe de Orange, á la cabeza de 24.000 hombres, no pudo triunfar del terror, y fué vencido sin combatir. Es entonces cuando Marnix escribe en el destierro el canto nacional, que se ha perpetuado hasta nuestros días con el titulo de Wilhelmus Lcd (Canción de Guillermo). Coil esas estrofas en los labios se sublevó un pueblo en masa, se levantó el entusiasmo guerrero y religios, se triunfó del terror, y se inauguró una nación que combatió sin tregua cien años por su independencia, entonando el himno varonil, que, como dico Edgar Quinet, "es una meseniaua biblica, que dió su ritmo á la revolución, y por e cual los escritores del siglo XVI llamaron á Marmix nuevo Tirteo (Alterum quasi Tirteum.) Este gran poeta, profeta de la nación Neerlandesa, es el mismo de quien ha dicho el austero Bayle, qu cada verso de sus canciones valía por un libro:

el mismo que redactó la constitución de las Provincias Unidas y tradujo en verso la Biblia, que es la fuente de la lengua holandesa, siendo otra rara coincidencia que también sea un pocta el creador de un idioma, cuya raíz y genealogía es necesario buscar en la poesía. Dan testimonio de todo esto las crónicas y memorias de la época..

Pero para qué ir tan lejos? No hemos sido testigos del poder mágico de la Marsellesa en nuestros días? ¡Cuántas victorias, cuántos va lientce de menos contaría el pueblo francés, sin ese canto bélico que ha dado la vuelta al mundo!

. Hasta los tiranos y los conquistadores han reco nocido el poder irresistible de la poesía, persiguiendo con más encarnizamiento á los poetas que