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á los soldados en ars. Testigo de ello es Eduardo I, conquistador del país de Gales, el cual hizo legollar á todos. los bardos de la comarca para consolidar su conquista, porque tenía con razón que, mientras hubiese una arpa pulsada por ellos, mientras sus inspirados himnos resonasen en aquellas agrestes montañas, el recuerdo de la antigua libertad no moriría en sus habitantes, y que las armas serían impotentes para vencerla. Muertos Jos bardos, la conquista se consolidó. Esta es la catástrofe que Thomas Grey ha cantado en versay memorables.

No quiero abusar de mai superioridad en este punto, y guardándome otras muchas citas históricas que mantengo de reserva en mi cartera, me contentaré con recordarle otro ejemplo del mismo género. Quién sublevó el espíritu teutónico del nacionalismo germánico contra la intervención na poleúnica en Alemania? ¿Quién, sino la falange de poetas, á cuya cabeza se puso Koerner, el intrépido Tirteo del siglo XIX , que murió atrave sado de una bala al frento de su regimiento de vazadores entonando el himno marcial con que había reclutado sus soklados? ¡Niegue ahora el poder de la poesía!

Si, prescindiendo de la parte rítmica de la poesia, y no contando para nada los progresos que ha clio hacer á la civilización en el sentido de la filosofía y de la cosmogonía, pasamos igualmente por alto la influencia irresistible que ejerce sobre los móviles que impulsan al hombre al sacrificio eroso de la vida, y descendemos á considerar la poesin. como instrumento de adelantos filológicos, vamos á ver que, sin el auxilio de la poesía. loidionas unodernos serían los más bárbaros del imundo!