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ta por D'laracli, el jefe del partido tory, y 90 convencerá de que hablo formalmente. Todos convienen en que este reproche es merecido. Roberto Peel ora un gran organizador, peró carecía de esa facultad poética que se llama creadora, sea que ella se aplique á la composición de un poena, ó á los negocios do la administración ó de la política.

Nada de lo que Peel ha hecho ha sido creado por él, y aun la misma reforma comercial que ba ilustrado su nombre, á la cual se opuso largo tiempofué, cono se sabe, idea original de Cobden, caudillo imaginativo de la Liga de Manchester. Sus reformas sobre la Irlanda le fueron sugeridas por O'Connell, el inspirado poeta de los meetings al aire libre, á cuya palabra poétien debe su redención un pueblo que lo aclama su libertador.. Si Peel hubiese poseído la potencia creadora, es decir, si hubieso podido merecer el nombre de posta que so le niega, habría. sido el más eminente hombre práctico de nuestros días. No lo fué porque faltó el segundo término, la potestad ereadora, que cs el patrimonio de los genios poéticos, sen que hagan ó no versos. Así, pues, en los negocios prácticos do la vida, las cualidades poéticas, lejos de ser un inconveniente, constituyen una ventaja real y positiva, siempre que la imaginación no predomine do tal modo, que sofoque todas las demás facultades del entendimiento.

Ahora estudiamos al poeta por el lado de la seriodad. Generalmente se le considera como un hombro frívolo, quo pasa su vida contando sílabas en vez de contar patacones, y que malgasta todo su talento en producir ficciones, en voz de llevar á cabo realidades. Distingamos. Hay dos especies de poetas: unos que se llaman objetivos y otros que Jlamaremas subjetiros. Los primeros son los que