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iniciales de la imaginación toda su amplitud ú limitarlos correctamonte con la concisión origivaria; imprimir los giros de la frase un nuovimiento propio, y al estilo su espontánea simplicidad la cualidad característica que lo distinga; y cuando se complemente con algún adjetivo ó explanación la frase, hacerlo dentro de los límites de la idea matriz. Por último, tomando en cuenta el ideal, el traductor, en su calidad de intérpretedebe penetrarse de su espíritu, como el artista que al modelar en arcilla una estatua, procura darle no sólo su formos externa, sino también la expresión reveladora de la vida interna.

Sólo por este método riguroso de reproducción y de interpretación mecánico á la vez que esté tico y psicológico,—puele acercarse en lo humanamente posible una traducción á la fuente primi:

tiva de que brotara la inspiración madre del autor en sus diversas y variadas fases.

Tratándose de la Divina Comedia, la tarea es más ardua. Esta epopeya, la más sublime de la era cristiana, fué pensada y escrita en un dialect:

tosco, que brotaba como un manantial turbio del raudal cristalino del latín, á la par del francés y del castellano y de las demás lenguas románicas, que después se han convertido en ríos. El poeta, al concebir au plan, modelo á la vez la materia prima en que la fijara perdurablemente. Esto, que constituye una de sus originalidades y hace el encanto de eu lectura en el original, es una de las mayores dificultades con que tropieza el traductor. Las lenguas hermanas de la lengua del Dan te, muy semejantes en su fuente originaria, se han modificado y pulido de tal manera, que traducir hoy á ellas la Divina Comedia es lo mismo que vestir un bronce antiguo con ropaje moderno;