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Al sonar la fatal descarga cayó bañado en su sangre generosa, repitiendo el valiente grito de ¡Viva la patria! (23).

Prudan, menos ardiente que su compañero de suplicio, guardaba silencio, ostentando la apacible serenidad y la mansa resignación de un mártir, y murió exclamando también ¡Viva la patria!

La muerte no arrebató á su fisonomía esc bello carácter de tranquilidad, mientras que el rostro desngurado de Millán, con la amenaza pen.ente aún de los labios, guardaba el ceño terrible con que lo encontraron las balas que atravesaron su magnánimo corazón.

Los verdugos de Prudan y de Millán, no satisfechos con aquel bárbaro asesinst, hicieron desfilar á todos los prisioneros por delante de los cadáveres sangrientos de aquellas dos nobles víctimas. Horresco réferens!

(22) El coronel D. Ramón Estomba, uno de los fugitivos que fué causa del sorteo, compuso una canción rúnebre, que consagró a estos dos vallentes, la que, con la música de la Polo, se cantó por largos años en los campamentos milllares. Eu ella se mencionan estas particularidades en la sigulente trofa:

Al suplicio conducen á entrambas, Y con animo grando Millán Dasabrocha el honraso uniforme Y les dice: «Aquí, al pecho, i tirad Las palabras que ponomos en boca de Millan, y los otros pormenores, nos fueron transmitidos por el coronel D. Pedro Jone Dlaz, testigo presencial y actor en esta tragedia.