los más asombrosos, se encuentran en el propio cuerpo humano.
Un guerrero no está nunca sitiado. Estar sitiado implica que uno tiene posesiones personales que defender. Un guerrero no tiene nada en el mundo salvo su impecabilidad, y la impecabilidad no puede ser amenazada.
El primer principio del arte de acechar es que los guerreros eligen su campo de batalla. Un guerrero jamás entra en batalla sin conocer antes el entorno.
Eliminar todo lo innecesario es el segundo principio del arte de acechar. Un guerrero no complica las cosas. Busca la sencillez. Aplica toda su concentración para decidir si entra o no en batalla, porque en cada batalla se juega la vida. Éste es el tercer principio del arte de acechar. Un guerrero debe estar dispuesto y preparado para realizar su última parada aquí y ahora. Pero no sin orden ni concierto.
Un guerrero se relaja y se suelta; no teme a nada. Sólo entonces los poderes que guían a los seres humanos abren el camino al guerrero y le auxilian. Sólo entonces. Éste es el cuarto principio del arte de acechar.
Cuando se enfrentan a una fuerza superior con la que no pueden lidiar, los guerreros se retiran por un momento. Dejan que sus pensamientos corran libremente. Se ocupan de otras cosas. Cualquier cosa puede servir. Éste es el quinto principio del arte de acechar.
Los guerreros comprimen el tiempo; éste es el sexto principio del arte de acechar. Hasta un solo instante cuenta. En una batalla por tu vida, un segundo es una eternidad, una eternidad que puede decidir la victoria. Los guerreros persiguen el éxito; por tanto, comprimen el tiempo. Los guerreros no desperdician ni un instante.
Para aplicar el séptimo principio del arte de acechar uno tiene que aplicar los otros seis: un acechador no se coloca nunca al frente. Está siempre observando desde detrás de la escena.
Aplicar estos principios produce tres resultados. El primero es que los acechadores aprenden a no tomarse nunca en serio: aprenden a reírse de sí mismos. Si no tienen miedo de hacer el ridículo, pueden ridiculizar a cualquiera. El segundo es que los acechadores aprenden a tener una paciencia inagotable. Los acechadores nunca tienen prisa, nunca se inquietan. Y el tercero es que los
acechadores aprenden a tener una inagotable capacidad de improvisación.COMENTARIO
En esta recapitulación que hace Castaneda, brota con tremenda fuerza la importancia del “Camino del Guerrero”. Castaneda y muchos de sus lectores, nos perdimos entre “la seudo palabrería india” que Castaneda quería oír, las imprecisiones sobre el área del nagual y la falta de energía. Cuando se repasa la obra una y otra vez, queda claro que las técnicas para “barrer la isla del tonal”, son “la ruta crítica” para empezar a sentir la enseñanza tolteca.
Lo primero que se requiere es “arreglar el pésimo estado del tonal”, que en general tenemos, por nuestra importancia personal, por los patrones sociales de comportamiento y por la propia “inercia de la materia”.
Para un lector sensato e inteligente, lo único que en verdad pudiera levemente estar al alcance de él, es tratar de poner en práctica las técnicas que vienen en el libro de