( 7 l olon, provisto de una onohlllay de un saeo, y del cual de- bia oonservar la historia un espantoso recuerdo. En aquellos dias se albergaban bajo los oabertizns de al- gunos de los labradores que oultlvaban las tierras de las oeroanías de Paris tosoos carros cubiertos de lodo, olfa- teados por ios cerdos y que servian de oama í las gallinas. y quela muerte. oolona universal. habla eiejìdo para oon- vertìrlos en proveedores del hacha revolucionaria. Pero el Destino y la Muerte trabajaban en sllenoio y nadie ola el rumor ahogado de sus pasos. aunque ee ver- dad que bastaba sospechar sus preparativos para hacerse culpable de traicion y de ateísmo. En Inglaterra apenas habia bastante órden. ni las vi- das y haciendas de los habitantes eran snficlentementc prctejidas para justifioar la jactanoia nacional. No pasaba una noche eln que hubiese robos 6 mano armada y anda,- oes esoalamlentos hasta en el seno de la oapltal se habian fijado avisos en parajes públicos para advertir que nadie aa`icae de la oindad sin depositar sus muebles en el alma- cen de un tapicero para tener mas seguridad dc encontrar- los 6 su regreso; el ladron nocturno se trasformaba 6 la ¡ la claridad del sol en mercader de la Cité, y cuando era reconocido y acusado por su cómplice, le prendla en vir- tud de su titulo de capitan, le cortaba sin lniramientoe la cabeza y huía ¿uña de caballo. El correo cala en emboecadas donde lo esperaban siete bandidos; tres de estos morían í manos del guarda que acompañaba la correspondencia y que, agotadas sus mn. uioionee. era asesinado por los demís salteadorea que sa- qneaban el coche sin obstículo. El lord con-ejidor de Lóndres, ¡pesar de ser nn podere- ao potentado. se veia obligado ¿obedecer 6 un osado aven- turero qne le pedia la bolsa 6 la vida, y que deapojaba al Ilustre personaje en medio de sus numerosos laoayoa. Los plllueloe robaban las crnoea de diamantes del pe-
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Apariencia