Página:Pensamientos (Rousseau) - Tomo II.djvu/101

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á todo el teatro, demasiado embarazado de su persona, y siempre gritado de la juventud. Notandolo los embajadores de Esparta, y levantandose al punto, colocaron honorificamente entre ellos al anciano. Esta accion fué aplaudida por todos los concurrentes. ¡Ah que desgracia! esclamó dolorosamente el anciano: los Atenienses saben lo que es honesto y virtuoso, pero los Lacedemonios lo practican. He aquí la filosofía moderna y las costumbres de los antiguos.

Yo observo que estas gentes tan pacíficas sobre las injusticias públicas, son siempre los que mas ruido meten al menor perjuicio que se les ocasiona, y que no conservan su filosofía sino en tanto que no la necesitan para sí mismos. Se parecen á aquel Irlandés que no queria levantarse de la cama, aunque habia fuego en la casa. ¡Que se quema la casa! se le grita: ¿Que me importa? responde, yo no soy mas que el inquilino: al fin penetra el fuego hasta él; al momento se arroja de la cama, corre, grita, se agita, y principia á comprender que algunas veces es necesario tomar interes por la casa que se habita, aunque no nos pertenezca.

Es tan general y unida la sociedad en las