tase de formarse una idea de las costumbres europeas acerca del estado de las ciencias entre nosotros, de la perfeccion de nuestras artes, de la decencia y compostura de nuestros espectáculos, de la urbanidad de nuestros modales, de la afabilidad de nuestros discursos, de nuestras perpetuas demostraciones de benevolencia, y en fin, de ese tumultuoso concurso de hombres de todas edades y de todos estados, que parecen esclusivameute ocupados en obligarse recíprocamente: este estrangero, digo, adivinaria exactamente lo contrario de lo que son nuestras costumbres.
En el dia, en que ya el arte de agradar se baila reducido á principios por las mas minuciosas observaciones y por un gusto mas delicado, reina en nuestras costumbres una vil y engañosa uniformidad, y todos los talentos parecen vaciados en un mismo molde: sin cesar la política exige, la urbanidad ordena; sin cesar se siguen los usos y jamas el genio propio: no nos atrevemos á parecer lo que somos: es preciso, para conocer al amigo, esperar á las grandes ocasiones, es decir, esperar á que ya no sea tiempo de conocerle.