El juego no es una diversion del hombre rico, es el recurso de un ocioso.
El interes del juego, careciendo de motivo en la opulencia, jamas puede convertirse en una pasion desordenada sino en un espíritu dañado.
Las ganancias que un hombre rico puede hacer al juego le son siempre menos sensibles que las pérdidas; y como la forma de los juegos moderados (que a la larga consumen el beneficio) hace que en general se vaya mas en pérdidas que en ganancias, no puede uno razonando bien aficionarse mucho á una diversion en que se tienen contra sí los riesgos de toda especie.
Quien alimenta su vanidad con las preferencias, ó sean los favores de la fortuna, puede buscarlas en objetos mucho mas vivos; y estas preferencias no se notan menos en el juego mas pequeño que en el mas grande.
La aficion y el gusto al juego, fruto de la avaricia y del fastidio, no nacen sino en un espíritu y un corazon vacíos.