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LXXII

mas lisongeras ofertas, á fin de ganarle por entero su voluntad; y Platón que de ningun modo podia en competencia de la virtud dar preferencia al vicio, respondia siempre á Dionisio que le amaria otro tanto que á Dion, quando fuese tan verdaderamente virtuoso como lo era éste. Estas respuestas irritaban sobremanera al tirano, y transportado en cólera, le amenazaba de muerte, bien que á pocos minutos le solia pedir perdon de todas sus violencias. En fin, la fortuna sacó á Platón de este cautiverio, porque una guerra que sobrevino, obligó á Dionisio á enviarle á su pátria. Quiso á su partida llenarle de regalos, que rehusó constantemente, contentándose con la promesa que le hizo de llamar á Dion luego que se hiciese la paz. Estando para embarcarse, le dixo Dionisio: Platón, quando estés en la académia con tus discípulos, vas a hablar mucho mal de mi. Replicóle Platón, no quiera Dios que estemos tan ociosos en la académia, que nos ocupemos en hablar de Dionisio.

De vuelta á Grecia pasó por Olympia para ver los juegos y se alojó en