conseguir, sin mucho esfuerzo, que le confiase sus poesias. Consintió en ello al fin y en que se mostrasen á D. Florencio. A esto se debe su publicacion, hecha por este último, y los elojios que decidieron la vocacion de Berro á este género de literatura. Su modestia natural no conocia límites; era una de las cualidades que mas lo distinguian, y tanto, que en unos exámenes de derecho, el presidente del acto, Dr. D. Julian Alvarez, creyó que debia hacer de ella pública recomendacion.
Adolfo se sentia morir: se sentia hundir en el sepulcro y esclamaba:
- Morir! sin que entre el polvo los tiranos
- Haya visto en el mundo de Colon,
- Demandando al Eterno en mis plegarias
- Para los abatidos el perdón!
El cielo lo habia decretado de otra suerte: en la noche del 28 al 29 de Setiembre de 1841, las puertas de la eternidad se abrieron para recibirlo, dejándonos en el suelo las hojas de este libro, á que vamos á contraer nuestra atencion.
Una grave cuestion se nos ofrece desde luego: oimos hablar frecuentemente de la literatura nacional ¿existe? — ¿ha podido existir?
Si la literatura es la espresion de la sociedad, como desde Bonald acá se ha repetido de tantos modos, será necesario que nos demos cuenta del